Mi tinta y Tu viento

La barra titilante sobre la plantilla en blanco demostraba lo que ella sabía hace tiempo. La inspiración se había ido. No quedaban palabras, ideas, frases, ni oraciones prefabricadas. Todo lo que alguna vez actúo de musa, de ingenio, de motor fue perdiendo fuerza y con el paso de los días el polvo de su alma cubría nuevas porciones de tiempo. Todo es vanidad. El fin de todo discurso se remite a esto: Todo es vanidad.. Será cierto? Entonces, que es lo que perseguía? Qué es lo que tanto tiempo había tratado de alcanzar? Ilusiones baratas y una ingenua idea de lo que es el “sueño más grande” de cualquier chica de su edad. Ahora todo tomaba el color que sus daltónicos ojos no apreciaban, todo era vanidad.

Y si no podía alimentar más historias? Si los poemas se quedaban sin finales y las canciones perdían los estribillos? Donde estaban las letras? Que había cambiado?
Antes intentaba sacar del corazón todo aquello que sobraba, lo sentires y pesares, las alegrías y emociones que hacían parte de su vida. Intentaba demostrar que era alguien con algo que decir. Pero ahora eso parecía tan tonto, tan fuera de lugar. El anhelo de gritar al mundo no era acerca de lo que ella podía hacer, era de lo que Dios hizo con ella.

“Podrías Señor darme palabras? Te permito usar mis manos, pon en mi tu querer y hacer. Lo rindo a ti. Podrías volcar en mi tu inspiración? Acercarme con el viento lo que siente tu corazón? Quema dentro mío en fuego de tu poder. Necesito gritarle al mundo que contigo esta el vencer. Ya no intento sacar de mi corazón lo que sobra, intento plasmar tu corazón”

Y poco a poco, los dedos empezaron a moverse a un ritmo regular, brotaron letras, se aliaron los sonidos y volvieron las oraciones subjetivas, adjetivas, y demás “tivas”. Un negro serpenteante se deslizaba parejo en la faz pálida que tantas veces había reflejado su fracaso al tenerla que cerrar sin ninguna novedad. Hoy la historia cambiaba, ya no fracasaría. Había clamado, y Él respondió.

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